Una de las actividades mejor acogida dentro del proceso de resocialización de las internas de la cárcel distrital de San Diego ha sido el deporte, no en vano su director Ramiro Cuadro ha desarrollado acciones tendientes a impulsarlo cada vez más entre las reclusas. Pero más allá de eso, ha sido para varias de ellas una dosis de la libertad que están a punto de lograr.

Johana Martínez de 36 años, está próxima a cumplir una condena impuesta por siete años y cuatro meses, la cual fue reducida hasta los tres años y dos meses por mantener buen comportamiento, colaborar atendiendo el kiosco de la cárcel y acogerse a los numerosos cursos y capacitaciones que les han dictado con fines de emprendimiento.

Su pena por tráfico de estupefaciente la pagó siendo inocente. Al ser capturada prefirió ir a prisión antes que entregar a su hermana a las autoridades, pero dice no arrepentirse de haber sacrificado su libertad por no ver a un ser ‘sangre de su sangre’ tras las rejas. Al indagar sobre el comportamiento de la hermana durante su estancia en la cárcel solo responde entre risas y con la cabeza gacha: “ha habido muchos tropezones pero por lo menos se alejó del negocio de las drogas”.

LA CÁRCEL, COMO SU CASA

Antes de llegar ahí conseguía el sustento de su hogar vendiendo pescado en una ponchera que a diario sostenía sobre la cabeza. “Era difícil porque me tocaba caminar bajo pleno sol. Eso deterioró mi piel, mi cabello. Era bastante duro. Al llegar percibía la cárcel como el peor de los lugares, pero mi estancia aquí me ha mostrado lo contrario y agradezco a Dios haberme traído porque a pesar de que pagué una condena siendo inocente he recibido solo cosas positivas. Allá afuera la vida no era fácil y aquí encontré todo, un lugar lindo donde compartí con compañeras que se convirtieron como en mi familia”, relata con un tono cargado de entusiasmo.

Lo que más motiva a Johana dice ser el deporte, por eso no pierde oportunidad para integrarse a todos los torneos organizados por el centro penitenciario. En este último donde participa en su equipo con la  posición de defensa, no solo ha conseguido acariciar momentos de adrenalina y libertad sino que también ha percibido positivismo por parte de la sociedad civil.

“Me sentía emocionada cuando veía que la gente apoyaba nuestro grupo, eso me hace pensar que al salir no encontraré un entorno tan hostil. Hoy me veo en el espejo y estoy orgullosa de lo que veo: una mujer bonita, fuerte, tolerante, amorosa, pacífica y lo mejor, con un camino prometedor al lado de mi familia… pues durante el tiempo acá, nunca he dejado de ser mamá”, dice Johana.

Ella solo espera que esos valores, conocimientos y experiencias que dice haber adquirido en el lugar, que ha sido destacado por medios de comunicación internacionales, le sean suficientes para no ser víctima de prejuicios una vez pruebe el sabor de la libertad total.

Por: Tatiana Arzuza.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *